TURISMO y BIODIVERSIDAD: una relación de amor-odio Nuestra Filosofía / Reflexiones / Turismo / Turismo responsable

Hoy, la OMT dedica el Día Mundial del Turismo a la biodiversidad, así que la reflexión parece casi una obligación. Y es que el turismo se ha consolidado en los últimos 50 años como uno de los principales motores económicos para muchos países del planeta. Según sean sus fines, la actividad turística puede suponer una oportunidad de mejora socioeconómica o, por el contrario, una forma de aumentar las desigualdades y la brecha norte-sur. La diferencia radica en la proporción en que los beneficios de esta actividad se queda en los destinos y comunidades donde se asienta o, como suele pasar en muchos casos, van a parar a las arcas de las mismas empresas y multinacionales, que ven determinados destinos frágiles emergentes como un caldo de cultivo en donde expandir sus ansias de crecimiento.

Pero… ¿este crecimiento no tiene un límite? Sería de ilusos pensar que no… ya que esta consolidación de la actividad turística en el último medio siglo ha conllevado un peaje que conviene analizar. Durante muchos años se ha considerado al turismo como una industria limpia, que no contamina directamente como puede hacer una fábrica textil o química. Pero hay que ir mucho más allá de la simple apariencia, así que parémonos en un dato. Según la Organización Mundial del Turismo (OMT), las llegadas internacionales de turistas fueron de 534 millones en 1995 y de 682 millones en 2000. Las previsiones para 2010 apuntan hacia los 1.006 millones de visitantes y para 2020 de 1.561 millones.

En este sentido, las áreas de gran riqueza medioambiental, paisajística y natural del planeta son, a su vez, los destinos que atraen a una mayor cantidad de visitantes. Así, de esta manera, caemos en una contradicción de difícil solución: el sector turístico necesita mantener esta riqueza intacta para seguir atrayendo turistas pero, a pesar de esta necesidad, los modelos turísticos tradicionales y la presión que ejercen han sido los causantes del deterioro de muchos de estos ecosistemas y, por lo tanto, de una pérdida incuestionable de biodiversidad natural y también cultural y social. ¿Es sostenible esta relación de “amor-odio”, tal y como está montado el sistema turístico hoy en día?

Son pocos los que dudan ya de que existe una relación directa entre cambio climático, desertificación y pérdida de biodiversidad. En la actualidad, en el mundo están amenazados o en peligro de extinción el 22% de los mamíferos, el 31% de los anfibios, el 13,6% de las aves y el 27% de los arrecifes marinos. Esto se ha debido a la degradación de muchos de los ecosistemas necesarios para el mantenimiento de estas especies en su hábitat natural y ya parece que nadie duda en señalar al turismo, la supuesta industria limpia, como uno de las causantes.

 ¿Por qué? El crecimiento de la actividad turística al que hacía referencia al principio del artículo ha conllevado un crecimiento desmesurado en el consumo de recursos limitados en algunos destinos como el agua y, lo que es peor, el territorio. Este crecimiento ha conllevado un aumento paralelo en la generación de residuos y contaminación, no sólo en los propios destinos, sino como consecuencia de los traslados de los propios turistas, sobre todo en cuanto a emisiones de CO2 de los aviones, cuyo tráfico ha ido multiplicándose exponencialmente. Todo en conjunto ha derivado en un grave impacto medioambiental, además en muy poco tiempo, que conlleva un efecto colateral sobre la disminución y pérdida de la biodiversidad.

Los ejemplos al respecto son muchos y variados. Se están dando graves desfases como que un hotel situado en el Caribe consuma ocho veces más recursos por habitación que un hogar medio español. Un país como Grecia, con un patrimonio histórico y arqueológico único, cuenta con 11 millones de habitantes y recibe unos 15 millones de turistas al año. ¿Este modelo acaso puede satisfacer las necesidades de los turistas y regiones anfitrionas, al mismo tiempo que protege y mejora las oportunidades de futuro? Esto es lo que entiende la OMT como turismo sostenible pero, más bien, el modelo imperante lo que promueve son borregos con dinero yendo de un lado para otro, de los que se benefician una minoría. Poco más.

La realidad es que la demanda hacia destinos frágiles (concepto que se podría aplicar ciertamente a cualquier destino) ha conllevado, por norma general, un impacto real en las poblaciones visitadas, en su economía, en el medio ambiente y en su patrimonio cultural. Por eso, hoy que precisamente la OMT ha querido dedicar el Día Mundial del Turismo a la Biodiversidad, no sabemos si por creencia real o por interés mediático, nosotros en Ecotumismo queremos hacer un llamamiento. Si crees en una conservación real de los ecosistemas sensibles y del medioambiente, si confías en que el turismo puede aportar beneficios a las comunidades locales, si consideras que puede ser una herramienta que facilite el intercambio cultural y no una forma de neocolonialismo económico… entonces debes comenzar a predicar TÚ MISMO con el ejemplo.

No esperes que nadie cambie el modelo por ti. Está en nuestras manos, con el comportamiento de cada uno y con nuestra responsabilidad personal a la hora de planificar unas vacaciones, marcar tendencia y hacer que los organismos, destinos y empresas se adapten de una vez por todas a una nueva forma de concebir el turismo. Hay que apelar a la responsabilidad de ti, de mí, de nosotros como turistas, para elegir opciones que eviten la degradación natural, que preserven las tradiciones de los destinos, que acaben con las desigualdades y que distribuyan los beneficios de la actividad entre los que de verdad trabajen en ella. Si la demanda despierta su sentido crítico, la oferta tendrá que adaptarse irremediablemente.

Por eso, hoy más que nunca, en el Día Mundial del Turismo dedicado a la biodiversidad, decimos: no te quedes de brazos cruzados, está en tus manos cambiar el rumbo del turismo… ¡tú mismo!


Formado en comunicación y turismo, fue en el sector turístico donde precisamente comenzó a apreciar la necesidad de un giro a la hora de viajar y practicar turismo. Considera que un viaje responsable no sólo se reduce a una adecuada práctica medioambiental, sino que debe resumir todas las habilidades que se suponen implícitas a las buenas relaciones personales, aunque no siempre es así. Tal vez resulte paradójico pensar que todo viaje debe convertirse en un intercambio social y cultural, pero... ¿por qué no intentarlo? Con experiencia profesional contrastada en medios de comunicación y en entidades públicas y privadas dentro del sector turístico, es uno de los fundadores de Ecotumismo y lleva la gestión editorial y coordinación de proyectos desde su puesta en marcha en 2009. En esta última etapa de su vida profesional ha adquirido experiencia nacional e internacional en el marco de proyectos vinculados al turismo responsable trabajando como consultor freelance a través de Ecotouristing. Además ha adquirido un notable conocimiento de la realidad actual del sector del turismo rural en España, gracias a su trabajo como responsable de comunicación y coordinación de proyectos con la Fundación Ecoagroturismo. A principios de 2013 se ha incorporado al equipo del portal de turismo temático Turinea para dar soporte en tareas de comunicación y marketing, además de desarrollar el proyecto Rutas turísticas y Paisajes Sonoros. Una innovadora iniciativa para poner en valor una red de rutas turísticas basadas en experiencias sensoriales etnográfico-culturales y ambientales, con la premisa de fomentar un tipo de turismo responsable y sostenible. Se enfatizará el carácter innovador del proyecto a través de herramientas sonoras al servicio de las nuevas tecnologías, que servirán como elemento clave de conservación cultural, como instrumento de promoción y como hilo conductor de las diferentes propuestas.

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